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Mi hermano y yo de pequeños. |
Me levanto de una siesta y arrastro mi sueño a la realidad.
He visto nítidas las noches de juegos en mi calle de la infancia con mis primas Mariela y Nadia, Yudith y su hermano del que no recuerdo el nombre y otros chicos del barrio.
Los escondidos, candelita humea, patada a la lata y el garbanzo, que en otros sitios se llamó el burrito 21. Después de esos juegos, llegaba a casa sudada y allí me esperaba mi madre con el cubo lleno y un trapo pa pasarlo por aquella espalda llena de mugre.
¿Quien se desharía de esos recuerdos tan gratos?, nadie, sinceramente nadie, en su sano juicio, aunque los recuerdos entristezcan.
Recuerdo aquellos juegos, los baños en el rio, el arroz con pollo a la chorrera y plátano maduro de mi padre los domingos, cuando nos reuníamos todos a comer en aquella mesa de madera tan grande, mis paseos diarios a casa de mi abuela Tita y sus comidas tan ricas, mejores que todas las del mundo, mis juegos con mis hermanos y también nuestras peleas, los programas de música que veíamos en los que todos terminábamos cantando, por aquello de llevarlo en la sangre, los sábados en "los paseos" por la noche siendo un poco más mayor.
Pero eso, fue hace mucho...
Tal vez, soy demasiado sensible, pero siento un gran vacío, que es algo así como estar perdido. Cuando veo que aquí en esta ciudad soy anónima, que aquí nadie me conoce, ni a mis abuelos, ni a mis padres, ni nadie me dice que cada vez me parezco más a mi madre. Como harían mis vecinos de siempre, los que me vieron crecer.
Despertando de mi sueño siento tristeza del tiempo que pasó aunque también doy gracias, por el tiempo en el que vivo y por el que vendrá.
Aún así, extrañaré la calma con la que aprendí a vivir en aquel pueblo, la simpatía de su gente, la sonrisa y ayuda siempre a punto...