lunes, 16 de abril de 2012

¿Felicidad?


Me gusta pensar que cuando las personas encontramos la felicidad, o por lo menos eso decimos, esto va a significar que vamos a sentir alegría infinita por las cosas lindas de la vida.

Según he escuchado siempre, cuando uno está feliz ve las cosas color de rosa, intenta ayudar a sus semejantes siempre con una palabra de ánimo y aliento, en resumen, ve las cosas con el positivismo propio de quien ve salir el sol, donde veía con espejuelos oscuros una tarde de tormenta. Pero eso no siempre es así, no constituye la generalidad porque existen seres a los que nada les hace completamente felices, lamentablemente.

Es triste ser una persona pobre de espíritu, cuando se es así, es casi imposible encontrar paz y alegría en tu camino por la vida.

Ese camino se terminará volviendo pedregoso cada vez, aunque haya claros entremedias.

sábado, 7 de abril de 2012

Los zapaticos de rosa

Un homenaje a José Marti. De mis poemas favoritos.



Hay sol bueno y mar de espuma,
Y arena fina, y Pilar
Quiere salir a estrenar
Su sombrerito de pluma.

?«¡Vaya la niña divina!»
Dice el padre y le da un beso:
?«¡Vaya mi pájaro preso
A buscarme arena fina!»

?«Yo voy con mi niña hermosa»,
Le dijo la madre buena:
«¡No te manches en la arena
Los zapaticos de rosa!»

Fueron las dos al jardín
Por la calle del laurel:
La madre cogió un clavel
Y Pilar cogió un jazmín.

Ella va de todo juego,
Con aro, y balde, y paleta:
El balde es color violeta:
El aro es color de fuego.

Vienen a verlas pasar:
Nadie quiere verlas ir:
La madre se echa a reír,
Y un viejo se echa a llorar.

El aire fresco despeina
A Pilar, que viene y va
Muy oronda: ?«¡Di, mamá!
¿Tú sabes qué cosa es reina?»

Y por si vuelven de noche
De la orilla de la mar,
Para la madre y Pilar
Manda luego el padre el coche.

Está la playa muy linda:
Todo el mundo está en la playa:
Lleva espejuelos el aya
De la francesa Florinda.

Está Alberto, el militar
Que salió en la procesión
Con tricornio y con bastón,
Echando un bote a la mar.

¡Y qué mala, Magdalena
Con tantas cintas y lazos,
A la muñeca sin brazos
Enterrándola en la arena!

Conversan allá en las sillas,
Sentadas con los señores,
Las señoras, como flores,
Debajo de las sombrillas.

Pero está con estos modos
Tan serios, muy triste el mar:
¡Lo alegre es allá, al doblar,
En la barranca de todos!

Dicen que suenan las olas
Mejor allá en la barranca,
Y que la arena es muy blanca
Donde están las niñas solas.

Pilar corre a su mamá:
?«¡Mamá, yo voy a ser buena:
Déjame ir sola a la arena:
Allá, tú me ves, allá!»

?«¡Esta niña caprichosa!
No hay tarde que no me enojes:
Anda, pero no te mojes
Los zapaticos de rosa.»

Le llega a los pies la espuma:
Gritan alegres las dos:
Y se va, diciendo adiós,
La del sombrero de pluma.

¡Se va allá, dónde ¡muy lejos!
Las aguas son más salobres,
Donde se sientan los pobres,
Donde se sientan los viejos!

Se fue la niña a jugar,
La espuma blanca bajó,
Y pasó el tiempo, y pasó
Un águila por el mar.

Y cuando el sol se ponía
Detrás de un monte dorado,
Un sombrerito callado
por las arenas venía.

Trabaja mucho, trabaja
Para andar: ¿qué es lo que tiene
Pilar que anda así, que viene
Con la cabecita baja?

Bien sabe la madre hermosa
Por qué le cuesta el andar:
?«¿Y los zapatos, Pilar,
Los zapaticos de rosa?»

?«¡Ah, loca! ¿en dónde estarán?
¡Di, dónde, Pilar!» ?«Señora»,
Dice una mujer que llora:
«¡Están conmigo: aquí están!»

?«Yo tengo una niña enferma
que llora en el cuarto oscuro.
Y la traigo al aire puro
A ver el sol, y a que duerma.

»Anoche soñó, soñó
con el cielo, y oyó un canto:
Me dio miedo, me dio espanto,
Y la traje, y se durmió.

»Con sus dos brazos menudos
Estaba como abrazando;
Y yo mirando, mirando
Sus piececitos desnudos.

»Me llegó al cuerpo la espuma,
Alcé los ojos, y vi
Esta niña frente a mí
Con su sombrero de pluma».

?«¡Se parece a los retratos
Tu niña!» dijo: «¿Es de cera?
¿Quiere jugar? ¡Si quisiera!...
¿Y por qué está sin zapatos?

»Mira: ¡la mano le abrasa,
Y tiene los pies tan fríos!
¡Oh, toma, toma los míos;
Yo tengo más en mi casa!»

«No sé bién, señora hermosa,
Lo que sucedió después:
¡Le vi a mi hijita en los pies
Los zapaticos de rosa!»

Se vio sacar los pañuelos
A una rusa y a una inglesa;
El aya de la francesa
Se quitó los espejuelos.

Abrió la madre los brazos:
Se echó Pilar en su pecho,
Y sacó el traje deshecho,
Sin adornos y sin lazos.

Todo lo quiere saber
De la enferma la señora:
¡No quiere saber que llora
De pobreza una mujer!

?«¡Sí, Pilar, dáselo! ¡y eso
También! ¡Tu manta! ¡Tu anillo!»
Y ella le dio su bolsillo:
Le dio el clavel, le dio un beso.

Vuelven calladas de noche
A su casa del jardín:
Y Pilar va en el cojín
De la derecha del coche.

Y dice una mariposa
Que vio desde su rosal
Guardados en un cristal
Los zapaticos de rosa.

viernes, 6 de abril de 2012

Con nombre propio.


Me preguntarás porque te amo y no sabré que responder. Creo que ni yo misma sabré el sentimiento que me produce pensarte, sin haberte tocado siquiera.
 ¿Y sabes qué? No necesito explicarlo. Va más allá del raciocinio y me encanta esta sensación cuando pienso en ti, de una manera bonita y también carnal.

En las noches en que te he amado solo con mi pensamiento y hemos tenido el sexo más sucio nunca imaginado, porque eres parte de mi en esas noches, porque te conviertes en la mitad de mi cuerpo y el complemento de mis deseos…porque imaginarte me revuelve el cuerpo, agita mi sangre y hace cabalgar mi corazón.
Ni así lo entenderás.

 Solo si alguna vez, sientes lo mismo que yo.

martes, 3 de abril de 2012

La Vejez tiene nombre, Maria


Era una anciana de 87 años, con menos arrugas de las esperadas, a pesar del tiempo. Tenía buenos genes.
Sentada en una mecedora, miraba la vida pasar por sus recuerdos, desde la segunda planta del chalet que logró comprarse cuando era un poco más joven, en la zona de costa, donde le gustaba estar, mirando al mar.
María no tenía a quien contarle sus historias de amores, de aquel hombre al que amo desgarradoramente cuando tenía 30 y que fue, según sintió, el hombre al que más amo aunque nunca fuera suyo. A María le apetecía hoy hablar, en vez de llorar, pero no tenía a quien contarle aquello, ni que era la lejanía cruel de la familia y el desarraigo que vivió.
María solo callaba, y miraba el mar con tantos suspiros como olas se veían a lo lejos.
La vida había pasado entre tristezas y renuncias. A María la vida no le dio ni la mitad de lo que merecía, la premió con amigos, eso sí, en realidad pocos pero fieles y buenos de verdad; sin embargo, le dejó sin saber que era alimentar a alguien de su propio pecho, le dejo sin las sonrisas traviesas por la casa a todas horas y sin que alguien le llamara de la forma que más le habría gustado, Mamá. A cambio tuvo el amor incondicional de un hombre que le dejó antes de lo que tenían calculado, porque no se puede planificar la muerte de los cuerpos y así se quedó, sola, sin su compañía cálida, más fiel y adorable que todo en el mundo.

En los largos días de primavera y cortos de otoño...
 Se podía ver a Maria, sentada, mirando al mar por las mañanas, con ganas de saltar con una ráfaga e irse a buscar al horizonte a los que le habían dejado sola.