miércoles, 31 de octubre de 2012

Contra el desanimo


De repente, como recordándome que hay luz más allá de las oscuras tristezas, salió el sol.

Sonó un teléfono con voz entrecortada, no escucho apenas, pero salió el sol. Todo irá bien.

Música contra el desanimo.



martes, 30 de octubre de 2012

A cualquier precio


 
Arrimándose a las costillas de Armando al menos podía sentir su respiración y calentarse. El cabrón parecía una oruga enrollada y quieta al lado del cuerpo huesudo de Isabel. La pobre mendigaba aquel calor como una migaja de pan.

Se comía las uñas mientras pensaba en el siguiente paso. Debía esperar a que los ronquidos llenaran las cuatro paredes y no dejaran lugar a la quietud, solo entonces Armando estaría dormido y ella libre de llevar a cabo su plan.

Al rato, dispuesta a terminar con todo de una vez, cogió el objeto plateado y brillante de debajo de la cama. Armando se revolvió con un ronquido como queja, pero se quedó dormido nuevamente.

Con un corte certero Isabel comenzó lo que sería otra etapa en su vida, tener un marido calvo.

Una vez que vio caer el primer mechón, su vida cambió.

lunes, 29 de octubre de 2012

Aquella isla


Cuba dejó de doler.

Es algo triste pero real. Recién descubro que esa tierra no me duele.

Se volvió tan asqueante su conformidad, pegajosa la quietud, exasperante, la espera de ese oasis que nunca se ve aparecer.

Cuba no existe, hace mucho que no está.

Esa tierra es un invento de la mente de los que nos fuimos y queremos recordar lo vivido. Es la realidad de los que quedaron allí atrapados en un tiempo, ya nadie sabe cual.
De allí solo duele lo que por mi sangre corre y los que la vida añadió.

Y no lloro por dejarla, como a un amante al que aún se ama.

Aquella isla. ¿Aún existe?


(Reflexión en el viaje de vuelta)

jueves, 4 de octubre de 2012

Nada


Quería escribir tantos sentimientos que se cayeron uno a uno por el borde de la hoja de papel, agolpados.
Unas palabras que seguían a las otras y un silencio frío como las hierbas del jardín por la mañana, se hacía presente y obligaba a callar.

Gotas de rocío recorrían los pómulos y llegaban a la garganta, muda.

La soledad más absoluta sintió y corrió hasta que no pudo más.