viernes, 31 de agosto de 2012

Andares de Cenicienta.



Los pies, cansados, con llagas y durezas. Pies que recorrieron cientos de kilómetros para verle y no fue posible, el nunca se presentó. Una cobardía tan evidente que no consiguió verla, demasiado transparente.  
Volvió sobre sus pasos, comprendiendo entonces, que nunca vendría.
Un recuerdo tenue de aquello que fue, de aquel tiempo lejano, pasado, olvidado.
Emprendió el camino de regreso, con un andar agotado, la Cenicienta.

lunes, 27 de agosto de 2012

Aquella niña de nombre de mar


Mara, esa chica menuda, de ojos avizpados, que pasaba todos los días corriendo por delante de mi puerta, descalza y sonriente. Solo quería ver lo pececitos de colores que teníamos en la pecera del salón. Y yo, a ella.

Mara, que todo lo veía a color hasta que le llego la realidad del blanco y negro en forma de acuarela, cuando entramos a preescolar. Yo, en sus acuarelas y en los rayones del pupitre.

Mara, la chica de la que me enamoré porque llevaba motonetas y lazos de colores en las puntas, la chica más alegre de mi pueblo. Yo, yendo y viniendo en aquella sonrisa.


Esa niña que recuerdo, como el aroma de mariposas del jardín de mi abuelita.


Ay, lo que mata hacerse mayor y perder la ternura de aquello que amaste, y la inocencia blanca como las crestas de una ola.

Mara, si te volviera a encontrar.