lunes, 27 de agosto de 2012

Aquella niña de nombre de mar


Mara, esa chica menuda, de ojos avizpados, que pasaba todos los días corriendo por delante de mi puerta, descalza y sonriente. Solo quería ver lo pececitos de colores que teníamos en la pecera del salón. Y yo, a ella.

Mara, que todo lo veía a color hasta que le llego la realidad del blanco y negro en forma de acuarela, cuando entramos a preescolar. Yo, en sus acuarelas y en los rayones del pupitre.

Mara, la chica de la que me enamoré porque llevaba motonetas y lazos de colores en las puntas, la chica más alegre de mi pueblo. Yo, yendo y viniendo en aquella sonrisa.


Esa niña que recuerdo, como el aroma de mariposas del jardín de mi abuelita.


Ay, lo que mata hacerse mayor y perder la ternura de aquello que amaste, y la inocencia blanca como las crestas de una ola.

Mara, si te volviera a encontrar.

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