miércoles, 23 de enero de 2013

Para siempre.



Recorre el camino pedregoso, descalza, dando tumbos. 

Siente la lluvia en sus pies, el aire frío en las mejillas, mira al cielo. El cielo es de un gris profundo, como las tempestades en el mar. 

A Mariana se le moja la falda, el pelo, se le pega la blusa al cuerpo, se amolda a sus pechos y a su finísima cintura que casi parece esculpida. 
Le ataca la tos, otra vez, y Mariana se deja caer en la margen del río.

Solo quería ver el agua, antes de morir. Toca el agua con sus dedos, queda quieta, mirando el agua. Para siempre.



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