lunes, 31 de enero de 2011

Mi recuerdo de Veguita!

Muchas veces intenté escribirte mis palabras más sinceras. Contarte como me siento lejos, decirte cuanto te añoro, cuanto te extraño y te recuerdo. Las lágrimas no me han dejado terminar ninguna frase, los recuerdos se me agolpaban y he subido unas palabras encima de las otra sin llegar a plasmar en el papel lo que he querido contarte.
Creo que el día ha llegado; por muchos motivos hoy me siento en paz, tengo esperanzas, estoy tranquila. Hoy es el día en que voy a contarte como estoy teniéndote lejos.
Los días que pase en  tus calles me han hecho muy feliz hace muy poco, creo que por eso tengo el ánimo de hacer esto hoy, por tantas cosas que viven en tu suelo, por mis padres, mis hermanos, el abuelo que me queda, mis sobrinos, tíos, amigos, vecinos de toda la vida y tantos y tantos recuerdos que guardo a buen recaudo en mi memoria.
Por algo siempre digo que la etapa más feliz de mi vida fue mi niñez, todos y cada uno de los recuerdos que tengo de ese entonces es placentero. Intentaré no alargarlo mucho pero te quiero contar Veguita querida lo que ha sido vivir en ti.
Recuerdo como si estuviera ahora en el aula mi primer año de colegio en la Escuela José Joaquín Palma; ahí aprendí a pintar y hacer manualidades con una de las maestras más amorosas que recuerdo, Manolita. Nos asomábamos al barranco desde el final de la calle para ver el río y más si estaba crecido porque aquello de pequeños era una fiesta, los juegos con mis “amiguitos” y mi llanto del principio porque no quería estar ahí. La primaria con la maestra Carmen, la hija de Eleazar, conocida como Ila a la que volvíamos loca muchas veces porque así somos los niños, mis meriendas en la tienda del pueblo con mi madre porque trabajaba ahí y era tan cerca que no merecía la pena que mis abuelos se dieran el paseo de tan lejos, otras veces comprábamos durofríos que me encantaban, caramelos de los que se hacían con azúcar quemadita y se envolvían en cualquier papel.
 El quinto grado ya fue otra cosa. Comenzábamos a estar en la edad de la pubertad y veíamos todo de otra forma con 10 años, seguíamos siendo igual de inocentes y chiquillos pero nos sentíamos más mayores. Nos cambiaron de escuela para Arnoldo Matos Lago y allí tuvimos a unas maestras igual de excepcionales Aida Álvarez Y Puri Rosabal; con mis 10 años me gustó el  primer niño, hoy lo recuerdo tan lindo e inocente, me regalaba polvorones y masa real que eran mis dulces preferidos. Recuerdo que él era de Sofía y se llamaba Osmani
El cambio a la adolescencia trajo también cambio en la escuela, me fui como todos nosotros en el pueblo a Hugo Camejo Valdés, la ESBU , aquí tuve mi primera experiencia de los 45 días fuera de casa, en la escuela al campo, las comidas que nos traían los domingos nuestros padres cuando nos iban a visitar, la maleta de madera que nos llevábamos atestada de galletas de sal, leche condensada hervida, raspadura y algún que otro dulce, las charlas nocturnas en el albergue, el nerviosismo que sentías si te gustaba algún chico y a la vuelta de esa experiencia, mi primer beso de amor. No fue correspondido ese amor, pero así debió ser, ahora nos queda el recuerdo, a él y a mí, algo lindo que nos une y que hemos recordado hace poco con cariño. A la salida de las clases recuerdo que nos íbamos muchos días, Aliuska Montero, Yamilet Naranjo, Mijail Cervera y yo a comprar helado al copelita y polvorones. Luego quedábamos en casa para estudiar y mis padres siempre nos preparaban merienda......cuantos recuerdos!
Los años dieron paso a la juventud y el cambio a otra escuela fue inevitable. Veguita 6 me abrió las puertas, viví unos años maravillosos, conocí a muchísima gente de otros lugares y crecí. Los fines de semana volvíamos a la tierra, paseábamos por tus paseos atestados de jóvenes en los bancos, paseo arriba y paseo abajo; miradas de enamorados, música en el parque, en la plaza bailables hasta el amanecer, música a todo volumen los fines de semana en casa y alguna que otra descarguita en casa de Yanocsi o en mi casa.... ahí comenzó la vigilancia de mi hermana que era como un Sargento del ejército libertador y en las salidas no me daba ni un respiro, realmente la llegué a odiar pero sin que me diera cuenta llegó mi primer amor.
En ti Veguita, he vivido cosas muy lindas, y también muy tristes. Nunca te irás de mi recuerdo. Allí vivió una de las personas a las que he querido más en toda mi vida, a la que recuerdo casi a diario, de la que guardo infinidad de recuerdos, de paseos juntas por tus calles, de mis recorridos para estar con ella, por supuesto hablo de mi abuela Silvia. Ahí murió un día del mes de Mayo del 97, fue un duro golpe para mí. Ahí nació mi sobrino mayor y los otros más pequeños. Allí cacé mariposas en mi infancia, pesqué en tu río, me bañé en tus aguas y en tus aguaceros, atravesé regadíos con mis hermanos a carrera limpia, recogí tomates en el huerto de detrás de la Filial, cogí botellas muy temprano en la mañana, hice guardias pioneriles en las votaciones, di un beso por primera vez, amé y fui amada.
Por supuesto conservo todos los recuerdos intactos, los vuelvo a recordar cada año con mi viaje de regreso, disfruto de mi familia y de todo lo que aún me queda allí.
Tu siempre serás mi pueblo, mi tierra, parte de mi vida....solo pido que si algún día tengo un hijo, se sienta tan veguitero como yo!

4 comentarios:

  1. Qué lindo! Uno nunca deja de sentir esas cosas por el lugar donde nació. Son demasiados recuerdos.

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  2. Espectacular como siempre.....tienes esa habilidad de hacernos vivir contigo tus vivencias......que tienes madera tía....y que sigo deseando tener tu libro en mi mesa de noche.
    Te amo prima
    1 beso

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  3. Precioso........me sigues haciendo recordar. GRACIAS

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  4. El riesgo de un susto, de una mirada infantil queda surcada en tu piel como un huerto de palabras quietas. EL vuelo de un rasgo recuerda un instante de amores fugases, de memorias que bailan sonidos inquietos en tus perfiles de joven cansada. Tras el canto de orillas pasadas como recuerdos de un beso deceado y el pedaso de abrazo dejado en tus pàginas secretas, hacen juicios interminables a una causa de recuerdos pasados que como piedra antigua vierte su arrollo en las cuerdas de un Arpa antigua llamada Abuela, que escrive recuerdos en tu piel crecida cada dìa que vuelves a pensar que un dìa volveràs a sonar su melodìa sabia, quieta, eterna..hasta que te duermas de nuevo entre sus cuerdas como hacias cuando apenas comensabas a saber volar. A sonrreir. Para mi mismo de Jorge...

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