jueves, 30 de septiembre de 2010

Viva y Muerta

Domingo de Resurrección 09 de Octubre de 1980.
Mi nombre es Ofelia Averhoff Aguilera, cumplo hoy los 18 años y soy quien narra esta historia.
Caminando por la senda de la derecha, encontré una reja oculta entre maleza y telas de araña. Era la entrada de una casa enorme de dos plantas y con muchas ventanas, era lo que pensaba encontrar, solo que no en tan mal estado. Flanqueándola habían una reja, con el cierre oxidado y viejo, me fue imposible abrirlo y por ello trepé como pude por los huecos de la construcción, haciéndome una enorme brecha en la mano.
Al otro lado, me esperaba un jardín con aspecto casi de selva amazónica y una vieja fuente de una niña que sostenía un pájaro en la mano. Estaba tan descuidada como todo su alrededor y a la niña le faltaba horrorosamente la cabeza. Al final del camino, ya perdido por la mala hierba estaba la casa que vi desde fuera, su aspecto era más que lamentable, pero no era de extrañar porque había estado cerrada 15 años como mi madre me contó aquella misma mañana en un telegrama que decía. – Ha llamado un abogado anoche ya muy tarde para contarme que tu abuela ha fallecido. No ha querido darme detalles por sobre las circunstancias de su muerte, pero me pide que te envíe a su casa a poner en orden algunas cosas. Al parecer, eres su heredera universal. También envío la llave. Te llamaré. Mamá-
Avancé cautelosamente por el camino apenas visible, por la mala hierba que se había establecido allí después de tantos años y me detuve frente a la puerta de madera oscura, hurgando en mi bolsillo, donde había puesto la llave esa mañana.
Ahí esta yo, a punto de encontrarme por primera vez con los recuerdos de una abuela, que no sabía que había existido, hasta esa misma mañana. Ahí estaba, sin saber que me encontraría al cruzar aquella puerta.
En el Jardín a mis espaldas una lápida que decía. -
Ofelia Averhoff Aguilera 09 Oct 1962 - 09 Oct 1980
No había nada de extraño en encontrarse una lápida en un sitio como aquel.Antiguamente muchos enterramientos se hacían en los jardines y patios de las casas. Solo había una cosa fuera de lugar, el nombre de la persona que rezaba esa lápida, era el mío. Ofelia Averhoff Aguilera, era yo y aquel, el día de mi propia muerte.

1 comentario:

  1. joder tía...si que eres buena.....
    Piénsate en serio lo de un libro en el futuro....eres muy buena, y tienes muchas cosas excelentes escritas que vale la pena compartir para que otros disfrutemos....
    1 beso grande
    Pepi

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