-Gilberto, me hacen falta unas papas para la sopa del almuerzo.
-En un momento, aprovecho que voy al pueblo a buscar algo que necesito – dijo y se metió en el baño.
A los tres días, regresa Gilberto, sin papas…
¡Gilberto! ¿Donde están las papas que te mandé a buscar antier? - le gritó con cara de pocos amigos.
-Ay, Silvia, no te lo vas a creer. Cuando pasé del otro lado creció el río y hasta hoy no pude regresar. Pa colmo se me calló el bolso en el rio al cruzar y la corriente se llevó lo que compré.
(historia familiar, que nos contaba mi abuela, mirando a mi abuelo con cara de verdugo)