martes, 10 de enero de 2012

Sangre


De pie, justo en el extremo. Batía un viento tremendo.
Tenía el cabello alborotado, la nariz roja y las lágrimas se le estaban helando nada más salir.
Nadia no sabía cómo había llegado al final del bosque a esa hora de la mañana. Se levantó histérica por aquel sueño que venía repitiendo durante tantas noches y se puso lo primero que encontró para salir a correr. Por suerte, pudo hacerlo sola, su vigilante dormía en el sofá como una piedra.

¡Valiente cuidador!

El viento le hacía llorar, le helaba las manos, aún así, amaba ese lugar, donde el mundo no tenía fin.
Donde único estaría segura, le dijeron. Sinceramente, no se lo creyó pero cuando llegó le encantó aquel sitio. Justo allí, donde acababa el bosque, se habría un infinito de agua y cielo, allí era donde más le gustaba estar.

Jadeando, se dejó caer en una piedra lisa y miró hasta que perdió la nitidez. No había tierra cerca, no delante, todo estaba detrás, como la vida que había dejado, las persecuciones, los dos asesinatos que presenció, su compañero. Aquella quietud le daba escalofríos, pero era todo tan bello. Sentía una sensación de pertenencia, de posesión.
Nunca podría escapar de la vida que ahora estaba viviendo. Ser testigo protegido tenía más contras que pros y estar aislada era uno de ellos.

La asustó un sonido seco, como de ramas  partirse debajo de un peso, como de botas. Nadia, se agazapó detrás de aquellas rocas y en un segundo pensó en el paso a seguir. El sonido era cada vez más nítido, grueso. Se tiraría al agua. – pensó.
Un aullido lejano, le hizo producir un ruidito con la garganta, imposible de reprimir. Era el miedo, había vuelto, después de tantos días sin sentirlo. Volvieron a escucharse ramas crujir y Nadia, fue consciente de que debía actuar sin demora.
Le tocaron una pierna, en ese mismo instante. Certera, sin vacilar, pegó un manotazo para intentar zafarse y echarse a correr. Un líquido rojo, viscozo, que se le antojó repugnante se le vino encima y Nadia pensó que lo había matado y lo que brotaba era su sangre, pero no.


El líquido rojo era el zumo de frambuesa que le había tirado a su hijo…le traía el desayuno a la cama.

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