lunes, 9 de enero de 2012

A Mario, el amor de Olga.

Mirando la vela que casi se acaba, Olga reprime el deseo de gritar. Ha estado a punto de abrir la ventana, porque creyó verle en el edificio del frente.
Se recuesta a la pared y mira gastarse la cera, derretida, con olor a naranja y le recuerda; recuerda a Mario después de una ducha, después de aquel verano que pasaron juntos, el primer y último verano.
La cera, se hace líquida como los sueños de Olga...unos sueños que llevan nombre.



Al amor breve de Olga...cargado de ilusión.

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