sábado, 18 de diciembre de 2010

La inocencia que se va.


Salía de casa de Mario cuando Manuel, la vio con su vestido rosa y un sombrerito amarillo. El no se daba cuenta de tantos detalles lindos en ella, solamente sabía que le gustaba y corrió por la acera para saludar.
 
-Hola Alba, me alegra verte.
-Gracias Manuel, a mi también- respondió Alba con una amplia sonrisa, que dejaba ver unos diminutos dientes separados.
 
-Te invito a tomar un helado Alba, acaba de llegar el carrito a la esquina. Mi abuelo me ha dado algo de dinero. ¿Vienes? – pregunto Manuelito con un billete de un peso dando vueltas por su mano.
 
-Si Manuel, espera solo un momento que aviso a mi madre que llego hasta la esquina contigo.
 
Al cabo de los cinco minutos estaban los dos sentados en los escalones de la señora Josefa que vivía justo al doblar.
 
¿Te gusta el helado Alba? – le soltó cuando la vio dar el primer lengüetazo.
 
Si - respondió ella - Te dije que era mí preferido, el de fresa.
 
Manuel la miró y pensó que esa era su oportunidad, porque había esperado toda la primavera para decirle esto, justo desde el día que ella vino a vivir al barrio.
 
-Alba, debo confesarte algo. – Ella lo miró y con toda la inocencia de la edad, asintió.
 
El se armó de valor, porque por primera vez le diría esto a una chica. Abrió la boca y le susurró sonriendo.
– Me encanta tomar helado contigo.
 
Sonrieron el uno al otro, se levantaron y echaron a correr.


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